Todos hablan del Yoga, de lo maravilloso que es, de todos los beneficios que tiene para nuestro cuerpo y mente, de cómo ha cambiado las vidas de muchos y pare de contar. Y no, no lo voy a negar, durante un tiempo me vi tentada a practicarlo, después de todo me dijeron que podía ayudarme a superar mi lesión de rodilla, esa que ni con cirugía, ni con fisioterapia o ejercicios he logrado opacar, pero algo me detuvo, algo de lo que nadie habla, ese algo es lo que no te dicen del yoga.
Sin lugar a dudas, como ejercicio es excelente; mejora la elasticidad del cuerpo y ayuda a sanar lesiones, quita el estrés, masajea los órganos y pare de contar, pero para serte muy honesta –y sin ánimos de ofender a nadie– todo esto resulta una mera pantalla. La verdad es que el yoga es una práctica cuyo fin, más que mejorar tu condición física, radica en conectarte a nivel espiritual con creencias ajenas a lo que Dios establece en su Palabra, la Biblia.
Según Michael Gleghorn, psicólogo y autor, la palabra “yoga” significa “unión”, la unión del ‘jiva’ (el yo transitorio) finito con el “Brahmán” (yo eterno) infinito. El término “Brahmán” suele usarse para el concepto hindú de “Dios» o «Realidad Última». Es una sustancia impersonal y divina que permea, envuelve y subyace todo. La energía, según el hinduismo, lo invade todo y se manifiesta en muchos dioses. Uno de estos es el dios Chiva, deidad que juega un papel importante en la práctica del yoga.
«Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre» (1 Timoteo 2:5).
“No tendrás dioses ajenos delante de mí… No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso…» (Éxodo 20:3-5).
Pero profundicemos un poco más; el yoga está compuesto por ocho “miembros” denominados: “yoga sutras”, todos conforman una “escalera a la iluminación”. En orden, estos serían los ocho: yama (autocontrol), niyama (ritos religiosos), asana (posturas), pranayama (ejercicios de respiración), pratyahara (control de los sentidos), dharana (concentración), dhyana (contemplación profunda) y samadhi (iluminación), señala Gleghorn.
Ahora bien, ustedes me dirán que exagero, puesto que, en la región occidental, donde vivimos solo se practican los ejercicios de respiración (pranayama) y las posturas (asanas) como mero ejercicio físico para promover una buena salud, sin llegar a los demás pasos, que no hay ningún rito religioso ni nada “iluminado” en sus clases de yoga en el gym, ¿verdad?
En efecto, a este tipo de yoga se le conoce como “Hatha Yoga”. Y muchos cristianos lo practican abiertamente y aseguran que los ayuda en diversos ámbitos de sus vidas. Afirman que la práctica del mismo “los calma y los acerca más a Dios”, pero no saquemos aun conclusiones al respecto, ahora sigamos investigando, no nos quedemos solo con ésto.
De acuerdo a lo que hasta ahora les he dicho, es claro que el yoga real tiene su origen en la religión del hinduismo, la cual es contraria totalmente a la Biblia. La filosofía del yoga real, además, enseña que todo es Dios: el sol, la luna, e incluso, nosotras mismas podemos alcanzar la iluminación, y por lo tanto, la perfección al ser uno con el dios Brahmán. Esto deja más que claro que no es para nada bíblico ya que en Juan 14:6 Jesús nos afirma que Él es el único camino, la verdad y la vida, y que nadie llega al Dios Padre si no es a través de Él (de Jesús, de creer en Él y creer que Él es el enviado, quien vino a salvarnos y a darnos vida eterna después de ésta vida en la tierra).
Pero, ¿qué hay del “Hatha Yoga”?, es decir, del que se practica comúnmente en los gimnasios y centros de yoga locales, ¿estará comprometiéndonos a nivel espiritual? El portal web, Mujer Holística, conocido por promover la práctica del yoga y la meditación al estilo de la nueva era, expresa lo siguiente:
“La práctica tradicional de Hatha Yoga es holística por naturaleza; es decir, abarca no sólo los aspectos físicos de la práctica yóguica (como asanas o posturas y mudras), sino también de la respiración, la meditación y la purificación espiritual”.
Por otro lado, el portal web, Ciudad Yoga, nos explica lo siguiente:
“El Yoga nos brinda la educación espiritual para alcanzar el Samadhi, o lo que es lo mismo, llegar a un estado de felicidad, armonía y plenitud para formar parte del todo, produciendo para nosotros mismo, un éntasis, éxtasis y estasis».
Además, el reconocido yogui Suami Vishnudevananda, fundador de los Centros Internacionales Sivananda de Yoga Vedanta y reconocida autoridad mundial en temas de yoga, afirmó lo siguiente:
«Mucha gente piensa que el Hatha Yoga es solamente un mero ejercicio físico, pero en realidad, no hay diferencia entre el Hatha Yoga y el Raja Yoga (la disciplina ocultista de los hinduistas)».
Basándonos en estas evidencias, explicadas por los mismos maestros y practicantes del yoga, el mismo sí tiene mucho que ver con nuestra espiritualidad, por lo que compromete la misma.
En 2008, el portal web Noticia Cristiana publicó un artículo bastante claro donde mencionan una declaración hecha por un erudito de yoga llamado Hans Riecker, donde afirma lo siguiente:
“El kundalini (el poder de la serpiente enroscada) es el fundamento de todas las prácticas del yoga”.
En el mismo artículo explican también que:
“Algunos cristianos piensan que no se debe practicar el yoga, puesto que no es casualidad que la serpiente enroscada del yoga, prometa alcanzar la misma divinidad que prometió “la serpiente antigua. …la cual engaña al mundo entero” (Apoc. 12:9), la misma que en el Edén, dijo a Adán y a Eva que al comer de la fruta prohibida serian como Dios» (Génesis 3:5).
Amigas, en la Biblia no vimos a Jesús meditando con la mente en blanco, Él meditaba en la Palabra de Dios, tampoco vemos que nos invitó a hacer asanas, ni pranayamas, ni mucho menos que Él hiciera eso, no nos dijo que podíamos comunicarnos con el Padre por medio de esas cosas. Él nos enseñó sobre la oración y el amor por el prójimo.
En el yoga, se promueve la idolatría. Por ejemplo, una de sus posturas más comunes es el “saludo al sol”, una posición en la cual se deben colocar las manos en posición de oración cerca del corazón y adorar al sol. Cerrando con el popular “Namaste”, donde “namas” significa “inclinarse” a modo de adoración o reverencia y “te” significa “tú”, es decir, “adorarte a ti misma”. Estemos claras, el único digno de adoración es Dios.
Otro aspecto importante que debes tomar en cuenta antes de inscribirte o continuar con tus clases de yoga es que es muy probable que en los centros donde se imparte compartan abiertamente tendencias y costumbres relacionadas con el hinduísmo o la nueva era, y puedas ser vulnerable a ser influenciada. Incluso para aquellas chicas que ya tienen más tiempo en la fe cristiana, esto representa un riesgo. Otra razón más para evitarlos.
Podría citarte muchas fuentes más y darte más argumentos para tratar de aclararte la idea de cómo la ecuación yoga + Jesús no tiene pies ni cabeza, sin embargo creo que en este punto del post ya tú manejas la información suficiente como para sacar tus propias conclusiones y tomar tus decisiones en función de las mismas. Si aun así quieres seguir practicando yoga, adelante, realmente yo no soy quien para detenerte o juzgarte por ello, es una decisión muy personal, el propósito de éste artículo es simplemente mostrarte la otra cara, eso que no te dicen del yoga, para que conociendo ambas caras de la moneda, puedas elegir por ti misma.
“Todo me es lícito, mas no todo conviene: todo me es lícito, mas no todo edifica» (1 Corintios 10:23).
No tiene nada de malo en absoluto querer cuidar tu salud, practicar ejercicios y buscar una vida más sana, pero ¿por qué elegir un método que tiene su fundamento en la idolatría y compromete nuestra relación con Dios? Recordemos que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, y que lo que hagamos con Él tiene relevancia para Dios.
“No se asocien íntimamente con los que son incrédulos. ¿Cómo puede la justicia asociarse con la maldad? ¿Cómo puede la luz vivir con las tinieblas?» (2 Corintios 6:14).