“No estaban mis papás. Nos dejamos llevar. Él me empezó a besar y a acariciar. Realmente me gustaba mucho. Era mi novio ¿cómo no gustarme?, pero la verdad es que me puse muy nerviosa y le pedí que parara. Sé que tal vez lo provoqué, si no quería que pasara nada, no debí quedarme sola con él, ni besarle así, pero realmente quería parar. Ya no estaba segura de lo que estaba pasando. Le pedí varias veces que parara pero no me hizo caso”.
¿Te has encontrado en una situación como esta? Es más común de lo que crees. Poco se habla de ello, pero justo mientras lees esta nota, hay más de una chica pasando por algo similar. Según estadísticas publicadas por el gobierno estadounidense en su servicio “It’s on Us”, 1 de cada 5 estudiantes universitarias sufrieron alguna experiencia como esta. Se le conoce como asalto sexual.
Un término que suena fuerte, bastante fuerte. Sobre todo si se trata de tu novio o pareja. Pero el sexo sin consentimiento es abuso, aun si al principio consintieras ciertas caricias y juegos. En el momento que dices “basta”, “para” o “no”, y la otra persona insiste, es una agresión. No hay otra forma de llamarlo.
“Él no me forzó realmente, nunca usó su fuerza. Incluso al principio accedí”. Puede que sea cierto todo lo anterior, pero eso no hace que sea menos malo lo que ocurrió. La falta de resistencia frente a una situación como esta se puede dar por muchas razones. De hecho, que la persona no muestra resistencia no significa que hay un consentimiento. En algunos casos la persona no puede reaccionar pues está bajo los efectos del alcohol, de una droga o de un mar de sentimientos por el agresor.
Sin límites claros
En un noviazgo, sobre todo si se es adolescente, cuesta poner ciertos límites debido a que todavía se está en la construcción de la identidad propia. Esto hace que quienes estén en alguna relación a esta edad se vean más propensos a este tipo de situaciones. Frases de la pareja como “lo que no encuentro en la casa, lo busco en la calle”, “Agradece que quiera acostarme contigo; el día que no quiera, preocúpate”, “Todas las demás parejas lo hacen”, “Si realmente me quisieras, deberíamos hacer el amor”, “Yo solo estaré contigo” son una forma de coaccionar también. Si a esta presión psicológica se le suma los embates de la edad y los sentimientos cultivados por la otra persona, es muy difícil reaccionar de forma firme ante una situación de riesgo.
Con total seguridad puedo afirmar que muchas de las mujeres que leen este post pasaron o conocen a alguien que vivió una situación similar. Y si la circunstancia ocurrió en una edad muy temprana, posiblemente cuando aconteció no se vio como un abuso como tal. De hecho, es probable que un largo tiempo después fue que la persona consideró que algo dentro de ella cambió luego de aquellos episodios.
Tal vez ya pasaron años desde que sucedió y se pregunta: “¿por qué me incomoda tanto?”, “¿realmente quería que pasara?”, “¿por qué no fui más firme?” “Tal vez debí contárselo a alguien”.
¿Por qué dejé que pasara?
¿Qué ocurre en esa chica que no pudo ser firme en su respuesta?, ¿por qué se conformó con tan poco?, ¿Por qué no le exigió respeto a su novio? La verdad es que pudieron ser muchas cosas, pero por lo general, hay unas razones recurrentes en estos casos: primero, el sentimiento de falta de aprobación; segundo, el modelo referencial paterno y materno; tercero, la edad.
Las personas poco asertivas, que les cuesta poner límites y decir no, usualmente tienen una necesidad de sentirse aceptadas. Esto puede ser producto de un sentimiento, real o percibido, de abandono o rechazo. “Necesito ser muy buena para que se queden conmigo». “Necesito hacer todo lo que me piden para que me quieran”.
El punto anterior, la mayoría de las veces, está relacionado con el modelo relacional que se tiene o no se tiene en casa. Si el papá no estuvo, por muerte o abandono, es probable que la adolescente crezca con la idea inconsciente de que tiene que hacer de todo para evitar que la dejen. Si el papá fue abusivo y la mamá una mujer aguantadora también puede influir.
La edad es otro punto a considerar, durante la adolescencia la persona lucha por su independencia, por aceptar su imagen corporal, por conseguir un grupo al cual pertenecer y, finalmente, por su identidad. Esas luchas propias de la edad hacen que sea muy difícil establecer límites emocionales y físicos con sus relaciones interpersonales.
Incluso la Organización Mundial de la Salud reseña en un estudio multipaís que la primera relación sexual de una proporción sustancial de mujeres ha sido forzada. Los datos sugieren que, cuanto menor sea la edad de las mujeres con relación a la primera relación sexual, mayor será la probabilidad de que esa relación haya sido forzada. El mismo trabajo dice que la tasa de mujeres que describieron su primera relación sexual como no deseada se cuadriplica en la mayoría de los países que participaron en la investigación.
Las causas pueden ser tan múltiples como el número de chicas que pasan por esta situación. Lo importante es identificar qué vacíos se tienen en el alma como para aguantar tal trato. Es importante que como mujeres entendamos que el abuso no necesariamente se logra a través de la fuerza física, a veces se fuerza a la persona palabra tras palabra, gesto tras gesto. A veces la única arma que se utiliza para doblegar la voluntad es el mismo sentimiento de vacío que tiene la persona.
En la siguiente entrada escribiré un poco sobre cómo sobreponerse a las heridas de una relación donde se violaron los límites.