En la entrada anterior hablábamos de esas mujeres que hacen de amores sufridos su mejor forma de caminar. Son mujeres llenas de virtudes que, vistas desde afuera, jamás se pensaría que sufren por los pecados de un mal amor. Y es que, posiblemente, nosotras mismas en más de una ocasión hemos interpretado de forma magistral este papel de mujer sufrida. Hoy, basados en el libro de la psicoanalista venezolana Mariela Michelena, Mujeres Malqueridas, trataremos de sobrevivir al arrebato de calzarnos en una mala relación con algunas preguntas.
Ya saben que los zapatos les quedan mal, que están dañando sus pies y que las enrumban por mal camino. Lo saben, el problema es que la certeza de eso les dura segundos, milésimas de segundos, porque aunque la pena y las lágrimas puedan ser eternas, un solo rayito de esperanza convierte esos días, semanas y meses en nada, en un difuso recuerdo. Y así van, hasta el próximo desliz, hasta que el tacón se rompa de nuevo y deban buscar el botiquín de remiendos. En ese momento, todos a su alrededor harán la misma pregunta: ¿Hasta cuándo seguirán así?
La verdad es que ellas también tienen la misma interrogante, pero andan montadas en una coreografía que no le llevan el ritmo y que no saben como irá a terminar. Una que aunque no terminan de atinarle el paso, son ellas mismas quienes han planeado cada uno de los movimientos. “¿Cómo hago si siempre es lo mismo?”, “¿cómo hago si siempre me tocan así?”. Lo repiten una y otra vez, pero ¿qué tan cierto es eso?, ¿realmente son víctimas de un azar cruel e irónico? No.
Si bien no es cierto que son las únicas responsables de sus males, sí es cierto que el azar no tiene nada de culpa en esto y que hasta el dejarse llevar termina siendo una decisión. En la mayoría de los casos, el “adorado tormento” tiene rasgos específicos para cumplir un papel que le han impuesto y que él gustosamente está llevando a cabalidad. Mariela Michelena, psicoanalista y autora de Mujeres Malqueridas, Me cuesta tanto Olvidarte y Ayer soñé que tenía pechos, explica que en relaciones malsanas, las personas suelen elegir inconscientemente alguien que cumpla un papel específico, como el de un padre o de una madre que tuvieron o quisieron tener. Y algunos “adorados tormentos” cumplen sin mayor esfuerzo los requisitos para el papel, a otros les otorgan una gracia y un manojo de cualidades para que lo sean. Pero al final del día siempre se decide qué papel jugar y con cuál actor compartir escena.
Saber qué papel estamos jugando y por qué, es indispensable para salir de un ciclo tan vicioso. En la mayoría de los casos solemos recurrir a personas que nos comprueben alguna teoría que tengamos como, por ejemplo, “todos los hombres me van a abandonar como mi papá” y terminamos relacionándonos con alguien que le cueste asumir compromisos. También es importante descubrir qué papel solemos interpretar cuando estamos involucrados en una relación tóxica. Por ejemplo, el de alguien que en el fondo sólo está buscando que no la vuelvan a dejar como cuando era chica, o alguien que, de una u otra forma, quiere demostrar que no es tan débil como todos en casa pensaban. Hay infinitas variantes de estos papeles. La clave está en descubrir qué tratamos de comprobar y resolver, para entonces elegir un mejor papel en la próxima película.