Como notarán me inspiro mucho en imágenes que veo y una de las que vi, recientemente, recitaba: “El amor suma, no resta. Multiplica, no divide”, y como ya se imaginan me inspiré a desarrollar más sobre esta frase. Aquí voy…
Por años se nos ha enseñado que el amor es un sentimiento, elegir a la pareja no se hace desde la razón sino desde un patrón inconsciente que hace que nos fijemos y nos atraigan un tipo de personas y no otras. Según dicen algunos expertos en el tema, la elección del otro corresponde al modelo infantil del otro sexo que hemos tenido, eligiendo inconscientemente lo mismo o todo lo contrario… (o es igual que mi padre/madre o es todo lo contrario…) siempre en un intento de perpetuar o de cambiar esa relación infantil.
Pero, cuando ya hemos pasado esa primera fase de deslumbramiento en la que el otro deja de ser tan maravilloso y se convierte en un ser real con sus virtudes y sus limitaciones, es cuando viene la parte más difícil: la convivencia de dos seres diferentes que llevan a la relación lo mejor y lo peor de sí mismos. Por ello, muchas relaciones no aguantan más de unos meses, pues una vez que pasa la ilusión se dan cuenta de que esa otra persona no era como se pensaba. Otras, en cambio, perduran en el tiempo, aunque eso no es garantía de que la relación sea positiva y saludable.
Debemos entender que el sentimiento o la emoción van a pasar en algún momento, no para siempre, pero si bajará de nivel o intensidad, es por eso que debemos ser sabias para elegir a nuestra pareja, entendiendo que es una decisión, que muchas veces te vas a levantar sin esas mariposas en el estómago, pero aún así vas a decidir amarlo.
Pero ahora, para todas aquellas que tenemos una relación, quisiera que nos preguntáramos: ¿este amor me está sumando o me está restando?
La idea de escribir esto es hacerles entender que no es una obligación permanecer en una relación en la que es más lo que nos resta o hiere, que lo que nos suma felicidad. La dependencia, celos, inseguridad, maltrato, egoísmo, excesivo control de las emociones y pobre expresión del afecto, explosiones de ira y enfado frecuente, demandas exageradas de atención, son síntomas de que una relación de pareja se ha vuelto tóxica, contaminada por agentes infecciosos que hace que no sea saludable y que conlleva a una vida llena de frustración, fracaso y sufrimiento.
Si te ves reflejada en algunas o la mayoría de estas características, déjame decirte que estás a tiempo de decidir si eso es lo que realmente deseas para el resto de tu vida. Quiero dejar muy claro que creo completamente en que las personas cambian, o por lo menos controlan actitudes, pero si lo has intentado en varias ocasiones o por muchos años y el resultado que obtienes es el mismo, deberías pensarlo dos veces. No hay que tener una maestría en Matemática para darse cuenta que el amor fue diseñado para ser disfrutado, recibido y aceptado. Sí, también hay momentos de sufrimiento, la misma Biblia lo dice “el amor es sufrido”, pero no es algo que tenga que determinar esa relación, pues si eso es así, hay un problema y debes despertar.
Como siempre digo, todo en exceso es malo y debemos ser maduras a la hora de tomar este tipo de decisiones, ya que estamos hablando de lo que determinará nuestra vida y la de nuestros futuros hijos. Les recuerdo: fuimos diseñadas para un amor completo, un amor que les va a sumar más momentos de felicidad que de tristeza, pero es nuestra elección y no cualquier elección.