“They say the time supposed to heal you…” (Ellos dijeron que el tiempo supuestamente te sana) No, Adele, te mintieron… a todos nos mintieron con esa frase. Cada vez que salimos heridas de alguna situación, por alguien o por algo, pareciera que solo hubiese una medicina: el tiempo… «El tiempo lo cura todo”, eso es lo que nos han enseñado. Pero, sin desprestigiar mucho a los “filósofos” que inventaron esta frase, déjenme decirles que no, el tiempo no lo cura todo, el tiempo no cura heridas; pueden pasar semanas, meses, años, y aún, cuando ese recuerdo amargo viene a memoria, sigue doliendo, sigue molestando.
Vivimos esperanzadas en falsos dichos como este…
Muchas acostumbramos a mantener nuestra mente ocupada, rogando que quizás, algún día, las escenas en nuestra cabeza se vayan diluyendo, que olvidemos a esa persona o eso que pasó, eso que nos hirió o nos torturó. Lamentablemente, para los que no tenemos problemas de memoria, como Dory, esos recuerdos que no queremos van a seguir doliendo y llegando a la mente sin antes tocar la puerta.
Y… ¿no les ha pasado que entre más quieren dejar de pensar en ello, más lo piensan? Todos te dicen que es cuestión de tiempo para que lo superes. Es probable que te vayas sintiendo mejor con el pasar de los años, pero la verdadera medicina no es el tiempo, se trata de algo mucho más poderoso, algo que tiene que salir de nuestra decisión, sin embargo, es algo MUY duro de decidir: se trata del perdón, es el perdón el que regenera y sana las dolencias del alma. Aprender a perdonar a quien nos dañó, y sobre todo, aprender a perdonarnos a nosotros mismos.
Las heridas generan rencor y amargura
No importa contra quién sea nuestro rencor, si es hacia alguien, hacia nosotros mismos o hacia Dios. Si nos aferramos a este rencor, terminará perjudicando cada área de nuestras vidas. El no perdonar trae debilidad y una pérdida de fe, afligiendo no solo a nosotros, sino a todos en nuestro círculo.
¡Pero cuán difícil es perdonar!
David Wilkerson señala en unos de sus artículos que perdonar no es un acto de una sola vez, sino un estilo de vida, cuyo propósito es el de adentrarnos en cada bendición que Dios nos da: la paz, la libertad de ataduras, la felicidad. “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”, (Mateo 5:44-45).
Hoy te invito a DECIDIR perdonar.
Perdonar todos los días, perdonarte a ti misma, mirándote con los ojos de misericordia y amor con los que Dios te mira, decidir perdonar a quien te hizo mal; ¿Cómo?, con los mismos ojos de misericordia con los que Dios mira a esa persona.