Cuando decidimos crear un segmento llamado Mujeres reversibles teníamos como objetivo reflejar la belleza, grandeza e integridad de aquellas que diariamente son ejemplo de asombro en nuestras vidas; madres, profesoras, líderes, amigas y compañeras que, sin tanta bulla y revuelo, hacen de nuestra vida mucho mejor. También queríamos con este segmento contribuir al crecimiento de pequeñas y grandes mujeres que, al tener una identidad clara, puedan no sólo llevar una vida plena emocional, espiritual y físicamente, sino que también puedan ser canal de bendición para otros. La mayor parte del trabajo está hecho nosotras sólo queremos ayudarte a creerlo.
Aquí la historia de una mujer reversible:
Lorena es un milagro. Sí, creo que esa es la palabra que la define. Nació cuando tenía seis meses de gestación y su mamá superaba los embates de una neumonía. Su llegada al mundo fue poco prometedora, al menos para los médicos, quienes insistían que era poco lo que podría llegar a hacer si sobrevivía. Su capacidad motora se vio duramente golpeada y aún hoy permanece en silla de ruedas, pero eso no limita ni por un momento, la fortaleza de espíritu y carácter de esta joven de 26 años.
Y es que hoy los mismos especialistas que las vieron nacer, ven con asombro cómo, contra todo pronóstico, Lorena ha logrado mucho más de los que ellos creían. Su grandeza se podría definir de muchas formas, pero creo que hay un hecho que lo refleja con exactitud: aprendió a leer.
Y, tal vez, esto a primera vista no parezca asombroso, pues todos los que revisan estas líneas también lo hacen, pero el hecho es que Lorena no aprendió a hacerlo como el resto de nosotros; para su familia era muy difícil trasladarla al colegio en su silla de ruedas, así que buscaban algunos tutores que le enseñaran lo más elemental en casa. Pero parecía que todo era en vano. Aparentemente por mucho que se esforzaba no lograba aprender nada. Pero fue a los 16 años, cuando empezó a frecuentar una iglesia cristiana cerca de su casa, que algo cambió dentro de ella. Su interés por Dios y por comprender todo lo que Jesús había hecho en los evangelios se volvió cada vez más fuerte e insaciable. Pedía que le explicaran y le hablaran, pero no siempre era posible que todos respondieran a su inquietud. Luego de varios meses, tal como ella lo comenta, le pidió a Dios que le ayudara a leer, que no importaba cuántas veces sus tutores le habían tratado de enseñar sin éxito alguno, que ella confiaba en que Él pudiera ser su maestro y así fue. Lo que no logró en años, fue cuestión de tardes. Tardes en la que hojeaba una y otra vez una Biblia llena de palabras que cobraron vida en ella.
Hoy Lorena ha logrado hablar desde los que muchos consideran su debilidad, pero que en Dios se ha convertido en fortaleza. Hoy no sólo ha tenido la oportunidad de hablarle a otros de lo que Dios ha hecho en su vida a través de su palabra, pero sobre todo, a través de su ejemplo. Porque lo que para unos era de maldición, para ella es hoy bendición. No en vano recita uno de sus versículos favoritos:
“A su paso, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:
—Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?
—Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida».
Juan 9:1-4 NVV
Lorena lee este verso con la certeza de que es la respuesta a tantas de sus preguntas y a tantos prejuicios que recibía. Hoy, cuando le habla a otras mujeres sobre sus limitaciones, reflexiona: “¿Cuáles son tus limitaciones?, yo he decidido que con Jesús no tengo ninguna, ¿qué es lo que te limita a ti?, ¿cuál es tu debilidad?, sea cual sea, seguramente es una gran oportunidad que Dios tiene para glorificarse y bendecirte”.