Me fascina el tema de las “superwoman”; saber que ya no somos consideradas como el sexo débil, saber la historia de las que lucharon por nuestros derechos. Sin embargo, todavía hay mujeres bajo opresión, convirtiendo sus casas en celdas, sus cuartos en cuartos de torturas, sin decidir y votar a favor de su bienestar. Mujeres con closets llenos de trajes heroicos que usan cada día para disimular y proteger su debilidad.
Hoy disfrutamos de muchos derechos que nuestras abuelas y bisabuelas no pudieron disfrutar. La mujer ha conquistado tantas áreas con esto de la igualdad de géneros, que si el voto, que si estudiar lo que deseamos, elegir con quién casarse y tener hijos, la independencia económica… tantas cosas que debemos a la lucha de muchas mujeres. Pero hay una lucha que cada mujer debe enfrentar sola, y a eso le llamo «el efecto superwoman”.
Ser una superwoman no es aguantar golpes emocionales y sobrevivir a ellos, es vivir la vida con respeto.
“…porque entre tanta reivindicación fundamental, una lágrima, una espera, un nudo en la garganta o un insomnio, parecían detalles insignificantes… Hoy, que otros problemas más acuciantes están resueltos, las voces de las mujeres que sufren por amor se escuchan con más intensidad. Sus lamentos chirrían en un mundo que muchas dan por conquistado. Todos conocemos a más de una mujer que se queja de que la quieren mal. El eco de su pena se escucha en los lugares de trabajo, en el gimnasio, en las animadísimas comidas entre amigas y en las series de televisión” … (Mariela Michelena)
Siendo sinceras -o detrás de historias de “la amiga de una amiga…”- pensemos en estas frases que a menudo escuchamos (o nos repetimos):
- “Sé que puedo con esto”
- “Él va a cambiar cuando… (inserte aquí la excusa que prefiera)”
- “Esto no me va a afectar, sé manejarlo”
- “Él no es como tú lo ves”
- “Es más noble de lo que parece”
- “Él me necesita”
- “Conmigo, él es diferente” …
- “Él me ama pero necesita su espacio”
Comunes, ¿no? Estas y otras frases que condenan a las mujeres a vivir emocionalmente presas y sin defender sus derechos, como hace tantos años atrás. Mujeres capaces de trabajar, estudiar, ser madres amorosas y responsables, amas de casa y cocineras excelentes, novias/esposas que lucen ejemplares, pero condenadas a la incertidumbre de la esperada llamada, a la angustia de su llegada, o en búsqueda de idear constantemente un plan para mantener a ese hombre a su lado.
Ese traje de antigripal con capa…
Nos encanta salvar a otros, sentirnos necesarias. Por naturaleza somos cuidadoras, nuestro cuerpo está hecho para dar vida y protección, nuestra carga biológica y genética nos dota y nos capacita para cuidar. Pero no somos un sobre de antigripal, guardado en un lugar de la casa, esperando para aparecer en escena y aliviar el malestar mientras vivimos bajo un film de ficción titulado “él me necesita”.
Si crees que te necesita porque estás cuando él pide auxilio, entonces no es una relación saludable. Si aparece por alguna incomodidad en su vida, sea emocional, física o financiera, llevas puesto el traje. Si te necesitara para vivir a plenitud, su vida se comportaría de ese modo en todo tiempo; bien lo expresan “en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la escasez…” Además, ¿qué hay de tus necesidades? Debes poder mostrarte como eres, sin el traje de antigripal con capa. Lo justo es contar con alguien que esté tan interesado en ayudarte como tú a él, tanto en las buenas como en las malas.
“Quieren a una que no es ella, la quieren raro, torcido, al revés, y ella se retuerce y se contorsiona hasta encontrar la forma exacta que encaje con el trazado caprichoso de ese mal amor. A veces el hombre quiere a «otra» que tiene en su imaginación y pretende transformar a su amada en alguien que no es ella, y la amada descoyunta su ser intentando complacerle. A la mujer verdadera apenas la tiene en cuenta, a veces ni siquiera se ha preocupado por conocer sus gustos, sus inclinaciones, sus dificultades; ¿para qué? Es suficiente con que ella siempre esté allí para él”. Mariela Michelena
¡No eres salvadora!
El problema de una mujer que se cree y se porta como salvadora no es solo que su conducta la ata a relaciones tóxicas, no saludables, sino que les asegura un futuro de dolor. En el papel de salvadora, cada mujer se siente grande, capaz, suficiente (solo mientras actúa para salvar), mientras que el resto de sus familiares y amigos la ven de forma distinta, sin poder entender cómo una mujer de esa dimensión termina en esa situación.
“Mientras todos los que la rodean la ven haciendo malabares y tambaleándose, ella se cree elegantísima y maravillosa, incapaz de reparar en que no es más que una mujer que sufre y que se siente profundamente desdichada”. Mariela Michelena
No somos salvadoras, soy hay un salvador y se llama Jesús, el único que puede salvar la vida de cada uno. Y esto no viene en combo, es una decisión que cada uno debe tomar.
Si eres una salvadora, ¡empieza por resguardar tu propia vida!
Rouse, la chica del afro.