Mayormente escribo sobre lazos que pierden su belleza y pasan a ser nudos que subyugan, pero hoy quiero hablarte de un lazo que no debería perder su belleza. Tengo la dicha de tener tres amigas que han estado conmigo en cada etapa de mi vida, ¡y llevamos la misma sangre!
Después de todo, “Una hermana es dueña de tus memorias y socia de tus sueños”.
Hay estudios que comprueban la salud emocional que genera el tener hermanas. La investigación compartida en la web tratamientosbelleza.com.ar a cargo de Liz Wright (investigadora de la Universidad De Montfort, de Inglaterra), tras evaluar a 571 familias, halló que quienes crecían junto con sus hermanas tendían a ser más optimistas. El que las mujeres sean más dadas a conversar problemas íntimos y a tomar un rol de cuidadora con sus hermanos hace que, incluso de adultos, éstos se definan como más felices y sean más emocionalmente balanceados que quienes sólo tienen hermanos.
“La presencia de las niñas abre canales de comunicación”, explica la investigación de la Universidad de Ulster, en Inglaterra. Las hermanas promueven la expresión emocional, fundamental para una buena salud psicológica, dice el estudio de la psicóloga Liz Wright.
Mis hermanas alumbran mi vida desde que tengo memoria. Soy la menor de cuatro hermanas y siempre he dicho que ocupo el lugar perfecto, porque ellas hacen un papel perfecto. Lamentablemente, conozco relaciones entre hermanos/as que no son saludables; lamento si tus padres hicieron una gran diferencia de tratos y muestras de amor, en verdad lo siento.
También conozco las conductas que se pueden desarrollar según el puesto que ocupamos entre los hermanos. De seguro tú has escuchado frases como “típico del hermano mayor”, “es que es la del medio, el sándwich, pues”, o “imagínate, es que es el hermano menor”. Esas expresiones son muy comunes, en verdad definen muchas cosas acerca de cada hermano, pero a la vez desarrollan una rivalidad entre hermanos cuando los papás ignoran la importancia de tratar a cada hijo con la misma importancia, sin dejar a un lado las necesidades propias de cada hijo (temperamentos, personalidad, formas de recibir y expresar el amor), pues, lo que funcionó con el primer hijo, pocas veces va a funcionar con el menor, ¡qué se los digo yo!, ja, ja.
¡Sí, somos hermanas, pero somos muy distintas!
Recuerdo que siempre fui muy distinta. Era desafiante. Lo que con mis hermanas había funcionado en casa, conmigo no, y no hay mucha diferencia de edades entre nosotras, somos cuatro y mi hermana mayor me lleva seis años. Como todos los hermanos, no éramos ni somos iguales; tenemos personalidades, temperamentos, reacciones, gustos, amistades y pensamientos distintos.
Al ir creciendo, las cosas cambiaron, y no para bien. Mis actitudes desafiantes me llevaron a ir en contra de creencias, costumbres y valores familiares, ir en contra de eso era mi propósito consciente (claro, había una serie de conflictos familiares). Mis hermanas trataban de estar dentro de las normas, estaban en desacuerdo con muchas, pero buscaban adaptarse. Las iglesias no me gustaban, sus amigos tampoco, las normas en casa para mí eran ridículas, las normas solo me provocaban una cosa: irreverencia.
Mientras iban a la iglesia felices y trabajan en áreas hermosas, yo iba obligada luciendo la peor ropa que encontraba, mientras ellas dormían por la noche, yo buscaba la forma de salir… ¡y ellas jamás me juzgaron!, no dejaron de amarme, me cuidaban, yo estaba en cada actividad de la iglesia que ellas dirigían, porque lo que era importante para ellas, era importante para mí. No esperaban que fuera diferente, más bien esperaban que siendo diferente, me fuera bien; ellas se aseguraban de eso y ahí estuvo la clave de nuestra relación, involucrarnos en la vida de la otra sin intención de persuadir ni juzgar, disfrutando de nuestra diversidad y aportando cosas positivas en la vida de la otra.
Esas rivalidades…
Me duele ver relaciones entre hermanos(as) que no funcionan, que viven entre rivalidades, celos, peleas constantes y más. Es cierto que algunos padres contribuyen a estas rivalidades al establecer preferencias de manera directa o indirecta (hasta en la Biblia encontramos historias así), pero de adultos, es responsabilidad de cada una recuperar ese lazo tan importante sin importar lo distintas que puedan ser, porque eso es lo más nutritivo, aprender de las cualidades de la otra, ayudarle en sus debilidades, fortalecerte en ese toque de locura que toda hermana tiene (ja, ja, ja, mis hermanas también son las mejores en eso).
¡Acércate a tus hermanas!
Quiero animarte a reconciliarte, a buscar la forma de acercarte de nuevo, a disculparte por la rivalidad, a agradecer por los cuidados, a reconocer que las necesitas, a conversar lo difícil, a amarse a pesar de las diferencias, a eliminar las críticas y sustituirlas por elogios, a perdonar el daño que pudiste recibir y a pedir perdón por lo que sea necesario. Hay estudios que revelan el bienestar emocional que genera el compartir con tus hermanos, pero más allá de mostrarte lo que dicen esos estudios, te invito a hacer tu propio estudio, pues, al practicarlo, serás una experta en el área.
Así que eso que pasó hace años y las alejó –créeme, sé muy bien que hay historias donde se quebrantan los límites y la confianza– es momento de dejarlo ir y perdonar. Te aseguro que te hará sentir mejor. Te invito a que revises Mateo 18: 21 al 35 y toma en cuenta que, de ser necesario, se deben tener límites en tiempos estratégicos. Consúltalo con algún consejero con buen criterio en el tema.
Si tienes un/a hermano/a que no comparte tus creencias en Dios, te recomiendo que le modeles el amor de Dios a través de tu propia vida, porque ¿qué chiste tendría hablar de Dios y alejarles de Él a la vez?, en mi caso, mis hermanas modelaron ese gran amor y aceptación.
Si consideras que la relación con tus hermanos está en buenos términos, igual te animo a seguir invirtiendo en hacerla crecer, que los compromisos y la distancia sean un motivo más para mantenerse en contacto.
Sea cual sea tu caso, acércate a tus hermanos con sencillez y amor, si no recibes lo mismo, modela, no desistas, monitorea de forma sabia, ora, y espera.