A veces me preguntan si extraño mi vida antes de tener hijos. Y la respuesta más honesta que puedo dar es: sí… y no.
Sí, extraño los días en silencio, poder leer sin interrupciones, salir sin planearlo con semanas de anticipación. Extraño dormir ocho horas seguidas, las conversaciones con mi esposo o con otra persona sin estar en multitarea, y los días donde el “yo” tenía más espacio.
Pero también, no cambiaría nada. Porque ahora vivo algo que antes ni imaginaba: el milagro diario de ver a Juanda mi hijo de 7 que está dentro del espectro autista, conectar conmigo con solo una mirada o la dulzura de mi hija Lluvia. Y sí, aunque muchas veces no entiendo nada en la maternidad, estoy aprendiendo a confiar.
El cansancio invisible que casi no se nombra
No sé tú, pero yo me siento muy sola algunas mañanas. No sola físicamente —mis hijos me siguen hasta al baño—, sino sola en esa sensación de “¿lo estaré haciendo bien?”. Hay días que me siento más asistente terapéutica con mi hijo que mamá. Días que me cuesta recordar que no soy solo “la que resuelve todo en la casa”.
Lo más frustrante de esta etapa no es el ruido ni el cansancio físico. Es esa carga mental que no se ve: la que te hace repasar cada cosa que dijiste y cada grito que no querías dar.
Hoy, mientras escribo esto, me vienen palabras que no solo necesito repetir para mí misma, sino que siento decirte también a ti, mamá que estás leyendo esto con el corazón un poco agotado: Sí, puedes criar desde el descanso. No porque todo esté en orden ni porque todo esté resuelto, sino porque no estás sola en esto.
Dios no espera que lo hagas todo, ni que lo hagas perfecto. No necesitas tener la casa impecable, la paciencia intacta o la respuesta para cada berrinche.
Él solo quiere que lo invites. Que confíes, aun entre lágrimas o juguetes tirados en el piso, que aunque no lo parezca, Él está construyendo esta casa contigo. No te toca cargar con todo. A veces descansar es un acto de fe.
Empieza poniendo en practica estas cuatro cosas:
Reconocer la trampa del esfuerzo ansioso
Un día abrí la Biblia buscando respuestas, y encontré esto en el Salmo 127:
“En vano madrugan ustedes, y se acuestan muy tarde, para comer un pan ganado con duro trabajo; porque Dios concede el sueño a sus amados.” — Salmo 127:2
Fue como si alguien me hablara directo: yo estaba comiéndome el pan del esfuerzo ansioso. Esa forma de vivir creyendo que todo depende de mí, que si yo me caigo, todo se desmorona. Pero no es verdad. No soy la base de mi familia. Dios sí lo es.
🔸 Haz una lista de las cosas que estás cargando sola. Luego, una por una, dile a Dios en voz alta: “Esto no es mío solo, te lo entrego”.
El descanso en la maternidad no es lujo, es fe práctica
Duermo mal. O más bien, poco. Pero no me había dado cuenta de que descansar también es una forma de confiar. Que dormir (cuando puedo) es mi acto de soltar el control.
«Él da a sus amados el sueño.» — Salmo 127:2
Esto me cambió la perspectiva. Si mis hijos confían en mí para descansar, ¿por qué me cuesta tanto hacer lo mismo con Dios?
🔸 Si no puedes dormir, al menos descansa sin culpa. Respira. Apaga el celular. No resuelvas todo hoy.
Ver la belleza de criar en tu juventud
Criar en esta etapa, mientras todavía me considero joven (más o menos… tengo el síndrome de toda millennial: creerme joven a mis casi 40, jajaja), se siente como una contradicción. No tengo todas las respuestas, no tengo tanto dinero como quisiera, y ni siquiera tengo estabilidad emocional todo el tiempo.
Pero también tengo fuerza. Tengo una paciencia que no sabía que existía en mí. Y tengo la oportunidad de que mis hijos me vean crecer y aprender junto con ellos.
“Los hijos que llegan en tu juventud son como flechas. Difíciles. Pero también gloriosos.”
🔸 Toma una foto hoy. No la publiques. Guárdala solo para ti. Para recordar más adelante los días lindos y que sí hubo belleza en medio del caos.
Reflexión desde mi casa hasta la tuya
No escribo esto desde una vida ideal. Lo hago mientras Juanda repite una palabra en bucle y Lluvia me interrumpe para enseñarme su dibujo. Pero en medio de todo, sigo creyendo que Dios construye esta casa. Y no lo hace con perfección de Pinterest, sino con fidelidad real. Con lo que hay. Con lo que somos.
Si tú también estás criando con dudas, agotamiento o diagnósticos inesperados, quiero decirte esto: no estás sola. Esta casa que parece tan frágil, está siendo sostenida por manos eternas.
No eres solo mamá. Eres hija. Y eso también cuenta.