Lectura base: “Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo.”
Juan 14:27 (NTV)
Hoy desperté con el alma revuelta.
No pasó nada grave, pero me sentía inquieta, con pensamientos enredados, un poco vacía… y un poco cansada de sentirme así.
Quise orar, pero no encontraba palabras. Así que solo dije: “Señor, necesito paz. Pero no una que dure cinco minutos… necesito la tuya.”
Y entonces recordé que la paz que Jesús ofrece no se parece a la que el mundo da. No es evasiva, no es momentánea, no depende de si todo está bien. Es una paz que se cuela en el desorden, que no necesita explicaciones, y que tiene forma de presencia.
A veces creemos que paz es sentir bonito, estar en silencio o no tener problemas. Pero la paz de Dios es una certeza que sostiene incluso cuando el corazón está mal. No es una emoción: es una compañía.
Hoy, tal vez no todo esté bajo control. Tal vez tu mente no se calla, tu agenda te abruma o tus emociones estén por todas partes. Pero ahí, en medio de eso, Dios sigue siendo el Dios de paz. Y esa paz no se fabrica: se recibe.
Recíbela hoy. Con los ojos cerrados o con las lágrimas puestas. No tienes que hacer nada extraordinario. Solo abrirle el espacio.
Oración del día:
Señor, hoy no necesito que todo esté perfecto. Solo necesito tu paz. Enséñame a recibirla sin exigir certezas. Calma mis pensamientos, aquieta mi alma. Hazme recordar que tú estás conmigo, incluso cuando yo no me siento bien. Amén.
Para meditar:
¿Qué pasaría si hicieras de esta búsqueda de paz un hábito diario? No algo religioso, sino un momento real con Dios, aunque sea en voz baja y por pocos minutos. Porque la paz no aparece… se encuentra cuando lo buscamos a Él.
Orar no siempre cambia lo que está afuera, pero cambia lo que está adentro.
Porque cuando oramos, no estamos huyendo de la realidad, sino permitiendo que Dios entre en ella. Ahí, en medio del caos, su voz empieza a calmar la tormenta. A veces no la que está fuera, sino la que está dentro.
Hoy no necesitas tener paz perfecta. Solo necesitas empezar. Una frase. Un suspiro. Un pensamiento que se eleva.
Porque la paz no es pasividad, es resistencia.
Y en este mundo roto, las mujeres que oran por paz son verdaderas guerreras silenciosas.
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