Muchas veces en la vida me he sentido atraída a hablarle a las mujeres sobre la relación paternal, algo totalmente ilógico para mí ya que no había tenido una. Desde muy pequeña siempre anhelaba saber qué se sentía tener una verdadera relación padre e hija, pero me esperaba un largo camino lleno de vivencias que me ayudarían a entender qué es un PADRE.
A medida que iba creciendo me daba cuenta que era una chica muy insegura y llena de temores, la baja autoestima se convirtió parte de mí, pude entender que debido a mi carencia de afecto paternal sufría depresiones, bajas calificaciones en el colegio, entre otras cosas que me afectaban realmente, creo que todo lo anterior era un pronóstico muy acertado para ser una persona infeliz en la vida, pero sin darme cuenta que Dios estaba preparando algo muy diferente para mí.
Cuando lo conocí
La primera vez que me hablaron de Dios y asistí a una iglesia cristiana, me la pase llorando por horas y horas, -De todas formas las mujeres somos lloronas jajaja- Lo cierto es que desde el primer momento que conocí a Dios entendí que Él quería sanar mi corazón y enseñarme quién era mi verdadero PADRE, ese que jamás me dejaría de amar.
Ya que les estoy relatando gran parte de mi vida tengo que confesar que no fue fácil, yo no conocía la relación padre e hija, me preguntaba constantemente, ¿cómo podría llamar a Dios «mi padre»? mi relación con él era bastante pobre, muy difícil de lograr, entender que en 1 juan 4:19 dice que él me amó primero no fue tan fácil como leerlo, ¿Que él entregó a su hijo por mí? ¿cómo podría yo entender esto si no había vivido una relación de padre e hija?
Pasó mucho tiempo para lograr entender, realmente entender que él me amaba, mientras esto pasaba seguía cometiendo en mi vida errores tras errores, mientras Él me enamoraba y me hablaba acerca de su amor por mí yo de verdad seguía luchando por tratar de llegar a su presencia. Había algo más que no entendía, yo quería amarlo como mi padre; él sin duda me derretía, me cautivaba, cada versículo de La Biblia que leía, cada momento en su presencia. ¿Qué era lo que me pasaba que no me dejaba disfrutar mi relación con Dios?
Lo siento, no eres tú, soy yo.
Sí, un día llegué a decírselo: “Dios, no eres tú, soy yo, tantas horas invertidas tratando de ser la hija que tú quieres y no lo logro, creo que esto no es para mí”. Una gran carcajada sentí que salió de mi interior, yo creo que a él le dio mucha risa lo que dije, sin duda alguna lo oí decir: “Es cierto. Estás cansada de luchar contigo misma porque la verdad tienes rabia” conteste. –“¡Claro que sí! Grité a viva voz. «¿cómo no tendría rabia? me dejaste sola tanto tiempo, me sentí indefensa, vacía, llena de tanta soledad sin ti, tengo rabia porque no entiendo cómo no pudimos conocernos antes, cómo dejaste que yo estuviera por allí sin ti, sin tu paz, sin tu amor.”
Fue una larga noche de conversación con Él, no, la verdad no era una conversación, era un monólogo donde yo hablaba sola y no lo dejaba hablar a él. Al pasar las horas, me cansé, me rendí a sus pies, me dejé caer en sus brazos y dejé de luchar; sólo acepte que él me ama, que él me adoptó y que siente por mí un amor que no cualquier otro puede sentir. Yo había decidido vivir mi vida sin Él, sin darme cuenta que estuvo siempre allí para mí.
Dios es el padre que siempre soñaste
Más allá de que lo veas como un Dios creador, él necesita tener una relación paternal contigo, él quiere sanar tu corazón, quiere sanar tus heridas, abrazarte, enseñarte que él es tu padre, que tienes un valor incalculable, imagínate: te formó y te escogió desde el vientre de tu madre. Me imagino a Dios creándote, haciendo tus ojos, tu sonrisa y diciendo «qué preciosa es mi hija». Todo esto siente Dios por ti, quiere devolverte el valor que otros te han quitado, quiere entregarte la corona que un día perdiste, él quiere vestirte de princesa y borrar tu pasado. Sobre todo él quiere ser tu padre, quiere enseñarte como a mí, que no importa tu infancia, no importa quién te abandonó, Él ahora está contigo y todo estará mejor.
No quise hacer de esto un monólogo sobre mi vida, pero sí quiero hacer de mis errores o de mis tristezas una solución para la tuya, quiero motivarte a comprender que el amor de Dios es real. Él quiere que lo dejes de ver como un Dios lejano y empieces a verlo como un papá genial, un papá divertido, amoroso, proveedor, leal, misericordioso, el papá que siempre soñaste.