Ayer me pasó algo curioso, algo que pasa todos los días, pero que pocas veces tenemos chance de detenernos y verlo frente a frente. Les hablo de mirar hacia atrás y ver cuántas cosas hemos pasado y cuántas veces la gracia de Dios nos mantuvo a flote. Desde pequeña me gustó escribir; escribía cartas a amores imaginarios, escribía cuentos, escribía mis sueños, en fin, desde siempre he tenido una excusa para escribir. Pienso que el escribir me permite tener un registro de mis movimientos y ver cómo va todo, pero sobre todo, se ha vuelto una forma de recordar la misericordia de Dios en mi vida. Y registrando mi archivero digital encontré unos artículos que escribí hace unos seis años para un blog que tenía, pero que debo admitir al poco tiempo abandoné. Cuando empecé a leerlo, pensé que sería horrible, pero lo cierto es que aunque muchas cosas en mí han cambiado desde entonces, hay algo que se mantiene en el tiempo: la certeza de saber que Dios une cada punto en mi vida y siempre me ha preparado para este momento.
Sin más preámbulo, les dejo un artículo que escribió alguien que apenas descubría el amor de un Dios que no deja de ser:
Conectar el «aquí» con el «allá» (2008)
Durante días me he preguntando el porqué de esta situación, no entiendo cómo ni cuándo llegue a este punto, sólo sé que estoy aquí, tratando de encontrar un “allá”. Busco respuestas y lo que obtengo son más preguntas, sé que esto no sólo me pasa a mí, sé que son muchos los que me acompañan. ¿Cuántas veces nos ha tocado vivir lo que no queríamos sentir?, ¿cuántas veces hemos estado en el lugar que no queríamos estar?
Llevo meses buscando culpables, encontrando errores en el camino, mirando aquello que dejé atrás y hallando cosas que no quería encontrar, despejando variables y resolviendo incógnitas. He tratado de todo, me he esforzado, me he caído y me he levantado, no obstante, sigo en el mismo lugar. Alzo mis ojos al cielo y pregunto: ¿Señor, por qué estoy aquí? A lo que él simplemente responde: “Es necesario”.
Les confieso que ahorita no entiendo ese “es necesario”, ni mucho menos lo que estoy viviendo. Sin embargo, espero que un día lo entienda.
Ayer en la universidad un profesor nos mostró un video sobre el discurso que había ofrecido uno de los hombres más recocidos de la informática, Steve Jobs, cofundador de Apple Inc. y dueño de Pixar, y me llamó mucho la atención esto que dijo: “No puedes conectar los puntos hacia delante, sólo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tienes que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro”. Con estas palabras, Jobs hacía referencia a aquellas situaciones que de alguna manera le habían tocado vivir, sin ningún motivo aparente, pero con el pasar del tiempo, estas vivencias cobraron su razón. Claro, él sólo lo entendió cuando miró hacia atrás y ató los cabos.
Todo esto me hizo reflexionar y pensar en las personas, los momentos, los detalles, todo, o bueno, casi todo lo que ha pasado por mi vida. Muchas veces creí que las cosas pasan así como si nada, sin pedir permiso, sin una razón aparente, aunque ahora veo que sí la tienen, hoy me doy cuenta que todas esas experiencias van escribiendo las páginas de mi vida, y sí, hasta puede que hayan definido lo que estoy viviendo, pero algo sí les aseguro, únicamente el Señor es quien hace que todos los puntos se conecten.
Hoy estoy viviendo un “aquí” donde las cosas no tienen mucho sentido, donde nada concuerda con lo que quiero para mí, ni con los sueños que tengo por delante, pero confío que un día cuando este en el “allá”, y mire hacia atrás, veré cómo todos los puntos están asombrosamente conectados.
Todavía sigo aquí, pero procuro poner mis ojos en el allá y empiezo a verlo claramente.
“Cuando te vengan buenos tiempos, disfrútalos; pero cuando te lleguen los malos, piensa que unos y otros son obra de Dios, y que el hombre nunca sabe con qué habrá de encontrarse después”. Eclesiastés 7:14.