Si te detuviste a leer este artículo, quizás ya hayas escuchado algo del síndrome del impostor. Incluso puede que pienses “al parecer ahora todos padecen del fulano síndrome”, pero de qué se trata exactamente. Este ejemplo te ayudará a comprenderlo:
María tiene 28 años. Es publicista y trabaja en una agencia de Marketing. Aunque es notablemente creativa y una de las más preparadas de su equipo, suele pensar que no tiene suficientes conocimientos o destrezas para el cargo. Cuando alguien, en un intento de mostrarle su capacidad, le señala algunos de sus éxitos, ella rápidamente responde con comentarios de este tipo: “no es para tanto, fue un asunto de suerte”. María es víctima del síndrome del impostor.
El síndrome del impostor y la sensación de no merecer el éxito
Aida Baida Gil, autora del libro “Cómo superar el síndrome del impostor” asegura que se trata de la sensación persistente “de no estar nunca a la altura; de no ser lo suficientemente buenos, competentes o capaces; de ser impostores, un fraude».
Aunque no es considerado un trastorno clínico como tal, si se reconoce como una condición emocional cada vez más frecuente. Se cree que 7 de cada 10 personas lo ha sufrido en alguna etapa de su vida.
¿De dónde viene esa sensación?
Dinámicas familiares que premian y castigan cualidades
Muchas veces crecemos en hogares donde se premian ciertas habilidades y se castigan otras. Donde escuchamos cosas como “mi hija la inteligente” y “mi otra hija, la chistosa”. Aunque ninguna de estas características es mejor que otra, dependiendo de lo que valoren más los padres, se reforzará en la hija una sana o poco saludable percepción de sí misma.
Tendencias perfeccionistas
Las personas que en su infancia o adolescencia vivieron o percibieron un rechazo/abandono suelen obsesionarse con la perfección como una forma de buscar aceptación. Estas personas son mucho más vulnerables de sentirse como un fraude pues sus expectativas y exigencias de sí mismas suelen ser poco realistas.
Estereotipos sexuales
Aunque el síndrome del impostor afecta por igual a hombres y mujeres, la presión social puede intensificar el malestar en nosotras, ¿por qué? Ahora no solo debemos ser excelentes madres, también debemos ser excelentes profesionales. La presión se duplica.
¿Cómo le digo adiós?
Así como María ha sido presa del síndrome del impostor, quien les escribe en más de una ocasión ha sido acorralada por esa sensación de no ser lo suficientemente buena en su trabajo. Aun así, con ayuda de Dios y una red de apoyo, he logrado decir: ¡retrocede, Síndrome de impostor!
Aquí te cuento cómo…
Gracia que libera
Si el síndrome del impostor parte de la idea que las personas minimizan sus méritos y capacidades por creer que lo que han alcanzado es un asunto de suerte más que otra cosa. El antídoto, entonces, pareciese que fuese ser el reforzar la creencia de que todo lo que tenemos lo merecemos por nuestros esfuerzos, ¿cierto? La respuesta es sí, pero no…
Ciertamente es importante reconocer que tenemos talentos y cualidades, pero también lo es aceptar que, independientemente de ellos y de lo mucho que nos esforcemos por desarrollarlos o no, solo la gracia de Dios puede sanarnos. Descansar en la verdad de que Dios nos ama y nos favorece porque le place y que no hay absolutamente nada que podamos hacer para merecerlo, ¡es realmente liberador!
«En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados», 1 Juan 4:10 (NVI).
Todo tiene un límite, hasta tú
Muchas de las creencias, propias o de otros, por muy populares que parezcan, tienen alguna falla o no guardan la verdad absoluta. Reconocer esto es vital y nos libera de posturas rígidas que nos dañan tanto a nosotros como a quienes amamos. La única verdad que trasciende, libera y restaura es la Palabra de Dios. Así que antes de juzgarte una vez más por algo que no lograste hacer a cabalidad, examina si estás rigiéndote por pensamientos insanos y expectativas poco reales. Esto te ayudará muchísimo a celebrar tus pequeñas victorias y alejará esa manía de creer que no eres suficiente.
«He visto que aún la perfección tiene sus límites. ¡Solo tus mandamientos son infinitos!», Salmos 119:9
Acepta cumplidos
Esto parece algo superficial, pero genera grandes y profundos beneficios. La próxima vez que alguien te dé un cumplido por tu trabajo, por tu apariencia o por alguna cualidad que tengas, no te justifiques ni razones, solo acéptalo y da las gracias. Verás como la sensación de no ser suficiente empezará a disminuir.
Estos son solo tres formas con las que puedes empezar, lo importante es que cada vez que la sensación quiera saludar, ¡tú te apresures a decirle adiós!