¿Alguna vez has querido correr lejos de todo y de todos para tener un nuevo comienzo? 🙄💭 Solemos experimentar esa necesidad de huir cuando afrontamos procesos dolorosos que sentimos que nos superan, como –por ejemplo– algún problema familiar, un fracaso o una ruptura amorosa.
No está mal hastiarse de una situación que te hace daño pero, cuando el problema viene del corazón, simplemente este te seguirá a todas partes. Si lo piensas con cabeza fría, ¿de qué te sirve huir? ☝🏽 Así como el tiempo no cierra heridas por sí solo, huir de tus procesos tampoco hará que todo cambie –o mejore– por arte de magia.
Ahora, ¿por qué deseamos huir?
Muchas veces es más sencillo para una correr lejos que aceptar lo que vivimos, sentimos o las consecuencias de nuestros actos; todo sea por evitar una dolorosa confrontación personal que nos eche en cara –una vez más– eso que tanto nos esforzamos por ignorar para seguir pretendiendo que estamos bien, cuando nada está más alejado de la realidad.
Amiga, sabemos que no es fácil mirar hacia adentro para enmendar el corazón y sí, duele horrores; pero lo que no se atiende en lo interior, se repite afuera, en nuestra vida. Lo peor es que la próxima vez que caigas, esa nueva herida expandirá el daño de aquello que no te ocupaste en sanar.
Si vas a tomarte un tiempo lejos de todo, que sea solo eso: un tiempo para serenarte, replantearte y afrontar eso que vives con la mejor actitud.
No acumules tus procesos personales como asignaturas pendientes porque huir, en ningún sentido, implica avanzar.