Hace algún tiempo, conocí la historia de una mujer que lamentablemente tuvo que pasar por varias situaciones dolorosas en su niñez: abusos, abandono, depresión, entre otras. Esta mujer tuvo su familia, sus hijos, pero a los 60 años, en una conversación, logra reconocer que en su vida cada día ha cargado con una mochila de pena, tristeza, angustia, rabia, dolor y frustración.
Ella alcanzó a reconocer que no había logrado superar las situaciones de dolor que acontecieron hace mas de 50 años atrás. Una persona que pudo ayudarla, lo graficó de la siguiente manera: “Usted ha vivido aferrada a un árbol de espino toda su vida”. Por mientras, ella se empeñaba (quizás inconscientemente) en recordar y aferrarse a su dolor como parte de su día a día, su vida pasaba rápidamente frente a sus ojos. Sus hijos crecieron rodeados de esa tristeza, ella nunca logró disfrutar los logros de su familia ni apreciar los maravillosos momentos que vivió junto a ellos.
Esta historia nos ayuda a recordar que, por aferrarnos a sentimientos y situaciones difíciles que hemos podido vivir, nos perdemos de la gran cantidad de cosas positivas que nos rodean día a día, y de las otras tantas posibilidades que tenemos en nuestro futuro de crear y disfrutar nuevas experencias, nuevos recuerdos, nuevas emociones.
Llega un momento en nuestras vidas en que voluntariamente debemos renunciar a esos sentimientos que nos limitan, que nos aferran al pasado y no nos dejan avanzar y ver lo maravilloso que puede estar sucediendo hoy.
Frecuentemente, la renuncia es vista desde una perspectiva negativa. Pero no todo el tiempo es así, al contrario, constantemente debemos renunciar a aquellos sentimientos que se han alojado en lo profundo de nuestro corazón y nos inundan de pensamientos negativos, como la culpa, la frustración y el miedo.
Quiero animarte a que de vez en cuando te decidas a realizar una limpieza en tu mente y corazón. Tal como lo hacemos constantemente en nuestro celular o computador, es necesario que hagamos una pausa y «optimización» en nuestra vida en donde pongamos en su lugar los recuerdos, pero también desechemos aquello que nos daña, creando un nuevo espacio, para los nuevos recuerdos, las nuevas alegrías y las nuevas sensaciones de libertad.
Aferrarse a emociones, recuerdos, sentimientos e incluso personas que ya cumplieron su propósito en nuestra vida, a veces es más doloroso que renunciar a ellos y aceptar nuestro presente, valorarlo, pero por sobre todo disfrutarlo.
Solo espero que por ningún motivo permitas ignorar las alegrías de hoy por lo que viviste ayer. Renuncia a lo que te daña y decide asombrarte con lo que está por venir.
Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre. Salmos 73:26.
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