Ellas y ellos: esas diferencias que nos vuelven locos (Parte II)

Sí, ya sabemos que somos diferentes. También que tenemos perspectivas muy distintas frente a un mismo asunto y que, -más  allá de nuestra crianza, valores culturales y otras construcciones sociales-, factores biológicos hacen que cada uno le de un matiz distinto a todo espacio en el que coexistamos. Ahora bien, ¿cómo hacer para que nuestra convivencia no sea un suplicio? Teniendo en cuenta estos puntos:

Un reflejo único 

Leamos una vez más este versículo: «Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó», Génesis 1:27 (NVI). Tanto hombres como mujeres reflejan cualidades de Dios desde las características propias de su género. Un hombre refleja en una parte la imagen que una mujer no puede reflejar y viceversa. Cuando vivimos bajo la perspectiva de esta verdad, es mucho más factible entender que esas diferencias no tienen porqué alejarnos, al contrario, pueden enriquecer de forma grandiosa cualquier espacio o proyecto en el cual nos desenvolvamos juntos. Tanto hombres como mujeres poseen el mismo valor delante de Dios, pero cada uno en su esencia tiene una forma de reflejar su gloria y cuando trabajan juntos esa gran imagen brilla en todo su esplendor.
 

Aceptémonos mutuamente 

Las diferencias están y entre más rápido las identifiquemos, aceptemos y asimilemos, mejor. No es que esto resuelva el asunto, pero sin duda, hará que al momento de relacionarnos tengamos expectativas más reales y una convivencia mucho más sana. Romanos 15:7 dice «Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios» (NVI).  Es muy difícil una convivencia cuando no aceptamos que el otro es sencillamente distinto a nosotros y que no por eso su manera de ver el mundo y de actuar es menos válida.

Cultivemos la virtud con ellos

Toda relación necesita de aceptación, pero también de fe y virtud. Necesitas un mínimo de fe para relacionarte con otros, difícilmente una relación sana puede existir sin confianza y para confiar necesitas de fe.  Investigando un poco sobre la virtud encontré dos definiciones que creo nos podrán ayudar muchísimo en este ámbito, la primera dice «La virtud es el efecto de la fe en acción» y la segunda dice «Disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales, como el bien, la verdad y la justicia». En nuestras relaciones debemos ser intencionales y estar guiados por la virtud; ser coherentes en la forma que tratamos al otro, practicar la verdad, la justicia y, en el caso de la mujeres, brindar la belleza que portamos como imagen de Dios.
En otras palabras, esforzarnos por aceptar al otro como es y disfrutar de quienes somos es imprescindible al momento de abrazar esas diferencias. Después de todo, tal como dice 2 Pedro 1: 5-7:
«Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud, a su virtud entendimiento; al entendimiento dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción de Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor».
La fe y la virtud nos guían hacia una vida plena donde la devoción a Dios, el amor fraternal y el amor sean parte de cada una de nuestras relaciones, así que vamos a esforzarnos en practicarlas y a ser intencionales con ellas.
Creo que hay muchos otros puntos que nos pueden ayudar en este camino, pero para mí estos son los tres must. Cuéntame,  ¿incluirías otro en la lista?
Laura Acosta

Redactora, Storyteller, Copywriter Instagram: @eslaura

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