Para comenzar, les cuento que tengo un cirugía estética en mi rostro, específicamente, en mi nariz. Hace algunos años tuve la oportunidad de hacerle un «ajuste» para reducirla un poco, a mí parecer (y de algunos) era muy grande, yo no estaba muy feliz con ella, así que apenas tuve la oportunidad de hacerlo, lo hice.
Con cuadros repetitivos de rinitis, sinusitis, dificultad para respirar, y conseguirme con un tabique desviado y cornetes con problemas, había encontrado la razón/excusa perfecta, además, mi otorrinolaringólogo también era cirujano plástico… tenían que hacerme una septorrinoplastia, ¡era como caído del cielo!
Una cirugía estética no es mala
Toda esta introducción es para hacerte saber que no estoy en contra de las cirugías estéticas, estoy en contra de la inconformidad y del rechazo que nos domina, que nos hace humillarnos en público y a solas.
En este momento de redes sociales, he visto varios concursos para ganarse una anhelada cirugía, he leído descripciones propias o de familiares y amigos, explicando el porqué merecen la cirugía, algunas descripciones me han hecho recordar el cómo me sentía antes. Repito, a mi parecer mi nariz era grande, pero recuerdo –y me da mucha risa (ja, ja, ja)–, que había un chico que me importaba demasiado, a él le gustaba mi nariz y se enojó por la cirugía, y mi reacción era: «¿En serio?, ¡tienes que estar loco!», jajaja.
La inseguridad viene desde adentro, si no la trabajas y la superas, será más fácil desconocerte en el espejo que aceptarte tal cual eres.
Antes, de haber tenido la oportunidad, me habría operado hasta las pestañas. Hay cosas que son inalterables, y la genética es una de esas cosas, porque ¿qué haré si tengo a una nenita luciendo una nariz tipo negroide? Créanme, no la bombardearía de mis inseguridades y temores pasados, por el contrario, le reforzaría lo hermosa que luce, le enseñaría a valorar nuestra descendencia, nuestro modelo, nuestro diseño, creado por el mejor. En caso de temores e inseguridades, la guiaría; lo «fácil» sería una operación, sin enfrentar los temores que la llevarían a muchos problemas.
Todo esto me lleva a recordar que cuando tenía unos 14 años, no quería ir a la escuela porque mi cabello no lucía bien, acababa de quitarme unas trenzas que usé por años tratando de mantener calmado mi cabello descontrolado, mi papá me llevaba en su auto cantando ♪♫ negro soy, negro me llaman, negra eres, negra serás, bendito Dios por crearnos ♪♫, ja, ja, ja, –no había recordado eso hasta ahora–.
A decir verdad, en ese momento no era gracioso, ¡pero mírame!, hoy luzco mi cabello al natural, y lo llevo con tanta felicidad, que cada vez que puedo, aclaro que para mí es como un homenaje a mi creador: ¡Así soy, así me creaste, así pensaste en mí, así me amo! Hoy no cambiaría nada, ni un cabello…
El recorrido fue largo porque me tardé en caminarlo, el miedo me paralizaba, la inseguridad pesaba, los estereotipos me asustaban, hasta que un día decidí enfrentarlos y ganar, parte de esto lo cuento en el post Un compromiso inquebrantable (lo que debemos prometernos a nosotras mismas).
Antes de decidir ir por una cirugía estética…
Antes de someterte a un procedimiento estético lo mejor es que revises esas inseguridades, tu motivación real, las ganas de «encajar», pues, la belleza ha sido secuestrada y reemplazada por irrealidad, ha sido vendida a un par de firmas que solo seleccionan a sus favoritas. Una cirugía estética puede hacerte lucir mejor de acuerdo a esas firmas, pero el problema real es tu aceptación. Una cirugía no es la solución para acabar con los juegos pesados o burlas, se trata de tu seguridad.
Hoy puedes ir por esa cirugía, pero si no resuelves el problema interno, siempre vas a ir al buzón de reproches y sugerencias por el diseño.
La belleza es diversa, subjetiva, pura, saludable, ingenua, sensible, sencilla, viene desde adentro.
Antes de criticar a las «operadas»…
Antes de criticar a las mujeres con planes o con cambios físicos, detente a pensar en esto: a nadie le gusta rechazarse ni sentirse inconforme con lo que ve cada día en el espejo; no se trata de simple vanidad, ¡qué problema el nuestro!, ¡se nos dificulta tanto ver más allá!, y peor aún, se nos hace tan fácil etiquetar y señalar… No creo que Dios castigue por esto, a mí me va bien ahora, y jamás me ha pasado factura por el «ajuste» de tamaño; yo misma me pasé la factura, algo así como: «por complejos, páguese a la orden de su vida altas cuotas de inseguridades y temores».
Detalles importantes:
Seamos de apoyo y de guía, sin importar la decisión. Esto no es un grito a favor ni en contra de la cirugía estética, solo es mi pensar, mi experiencia. Creo que la cirugía estética ha cambiado para bien muchas vidas, y mal empleada ha alterado la verdadera belleza. También reconstruye rostros, devuelve la posibilidad de sonreír con mayor seguridad, pero, también he visto la belleza extrema de mujeres y hombres con «imperfecciones» por algún problema físico o accidente, y han decidido vivir felices, son realmente felices, y esa es la felicidad y seguridad que deseo que cada una pueda vivir.
Quien decida amarte, va a hacerlo sabiendo quién eres, aceptando y amando tu físico.
¡Ah!, olvidaba comentarte esto: la gracia de la cirugía me dejó otra imperfección –era un riesgo que corría–, pero pensaba: «¡a mí no me va a pasar!» ja, ja, ja, ahora eso debe «corregirse».
Es fácil cubrir las imperfecciones físicas, difícil es resolver las internas.
«…La belleza no depende de las apariencias, sino de lo que hay en el corazón. Así que, sean ustedes personas tranquilas y amables. Esta belleza nunca desaparece, y es muy valiosa delante de Dios». 1 Pedro 3:4.