Desde que comencé mi vida cristiana –hace ya varios años– siempre tuve dudas en mi corazón acerca de cómo era eso de la oración efectiva y de la relación con Dios. Sabía que Dios era mi Padre, que me amaba y que al creer y aceptar que Jesús había dado su vida por mí en la cruz, yo había sido salvada y restaurada por Él, pero ¿cómo hablar con Él? ¿como mejorar mi relación con Dios?
Durante mucho tiempo escuché a muchos decir frases como «Dios me dijo tal cosa» o «Dios me reveló esto» o «Dios me confirmó que esta decisión era correcta», y yo me frustraba y no entendía como era eso.
¿Cómo podía dirigirme a Él? ¿Cuál era el tono en que debía hablarle? ¿Cómo sabría si efectivamente Él me estaba escuchando? ¿Le gustará lo que le estoy diciendo o mi sinceridad le parecerá arrogante? Y en caso de que me haya escuchado, ¿Cómo podía yo «escuchar» su respuesta? ¿Qué puedo hacer para mejorar mi comunión con Dios?
A medida que pasó el tiempo comencé a adoptar ciertas recomendaciones que otros me daban sobre cómo orar, comencé también a adoptar ciertas palabras y vocabulario más «formal» para dirigirme a Dios, a hacer devocionales a ciertas horas, sin embargo, seguía sintiéndome frustrada porque orar no era algo que se me daba de forma natural bajo estas circunstancias.
Una tarde, durante una reunión de sanidad entre el equipo de Entaconadas, llegamos al tema. Me sorprendió ver cómo casi todas confesamos que de alguna manera habían tenido algún obstáculo para establecer una plena comunicación con Dios, y de cómo teníamos las mismas dudas acerca de cómo orar efectivamente en medio de nuestra agitada agenda como hijas, siervas, esposas, profesionales y voluntarias para distintas causas.
¿Ya leíste nuestro Devocional?
Esa tarde aprendí algo: No estaba sola. Mis frustraciones y dudas las tienen muchas personas y esa pequeña, pero enriquecedora charla entre amigas, me demostró que esta lucha era más común de lo que pensaba. Mi problema no era que no sabía o no procuraba comunicarme con Dios como pensaba (y me sentía mal por eso), sino que no había descubierto cómo hacer de la oración parte de mi día a día.
El libro «Vida con Propósito» del autor Rick Warren terminó de aclararme más el panorama enseñándome que Dios no quiere vanas repeticiones, palabras y discursos elaborados, o extensas oraciones si nuestro corazón no está involucrado.
Él desea que seamos lo más sinceras y honestas posibles cuando hablemos con Él, que le hablemos con respeto y reverencia pero con nuestras propias palabras, desde el alma y corazón, tal como le hablaríamos a un padre amoroso.
Dios es nuestro Padre, una persona cercana y amorosa, pero también digna de honor y respeto, así que debemos procurar un equilibrio entre sinceridad y reverencia cuando oremos.
La Biblia expresa que debemos orar sin cesar (Tesalonicenses 5:17-18; Efesios 6:18), o lo que es lo mismo, que estemos constantemente en comunicación con Dios por medio de la oración, sin embargo; en el diario vivir pareciera resultar complicado hacer esto, ¡es tan fácil distraerse y dejarse llevar por la rutina!
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Es por ello que en simples palabras quiero darte algunas ideas para que poco a poco hagas de la oración parte de tu diario vivir y no te resulte una tarea para nada complicada o ajena:
Establece una rutina de conversación con Dios:
Haz esto en lugar de largas oraciones con palabras complicadas, coloca tu alarma unos 30 minutos antes cada mañana y apenas despiertes acostúmbrate a tomar ese tiempo para dar gracias a Dios por un nuevo día.
Si se te hace complicado o el sueño te vence, entonces levántate y lávate la cara con agua fría, luego dedica unos minutos a orar, si no sabes aún muy bien como hacerlo, toma como referencia la oración más básica, el «Padre Nuestro» y luego ve añadiéndole más cosas según tus necesidades.
Comparte con Dios tu día a día:
Mientras te duchas, preparas desayuno, te vistes, o haces tareas rutinarias, en lugar de pensar en problemas o preocupaciones, habla con Dios, recita versículos bíblicos que te hayas memorizado, o canta canciones que hablen de lo maravilloso que es Dios.
Él se regocija de que en todo momento le tengas presente y compartas con Él lo que sientes. Agradece por el alimento, por la ropa, por todo lo que en ese momento estás usando que Él te haya provisto.
Ten a Dios presente aún en el camino:
No importa tu medio de transporte, si es auto propio, bus, bicicleta o a pie, aprovecha el camino para leer (o escuchar) la Biblia, un libro cristiano o un devocional.
Dios nos habla siempre a través de su palabra, ¿te ha pasado que lees un versículo, y aunque ya lo has leído antes, pasa que en ese momento sientes algo así como que es para ti? Eso es Dios hablándote.
Invítalo a tomarse un café juntos:
Bien sea que trabajes o estudies, tómate unos minutos en tu oficina o universidad para hablar con Dios. Hacer pausas cortas en medio de la rutina es bueno para tu mente y cuerpo, y también lo será para tu espíritu si dedicas unos minutos de esas pausas o «breaks» para tomarte un café o té y leer la Biblia.
Puedes orar y contarle acerca de una situación de trabajo, de un caso de estudio, examen o lo que quieras y clamar por dirección y que se haga Su voluntad, la cual es agradable y perfecta en todo.
Dedícale tu trabajo o estudios:
Haz tu trabajo o estudios con amor, da lo mejor de ti, ésta es otra forma de obediencia y de consagración a Dios. Cuando te levantas y dedicas tiempo en oración verás que las tareas rutinarias del día a día se te hacen más llevaderas y que tu humor mejora.
Escoge el mejor momento para compartir a solas con Él:
Si no puedes orar por la mañana (aunque sería lo ideal), escoge algún momento del día para apartarte en algún lugar solitario a orar, puede ser durante tu hora de almuerzo o en algún rato libre entre clases o trabajo.
Incluso si durante el día se te complica, puedes hacerlo en la noche al llegar a casa, si compartes habitación o no hay espacio en casa para estar a solas, enciérrate en el baño o sal a caminar.
Escríbele cartas a Dios:
Una práctica muy bonita es anotar tus oraciones en un cuaderno o diario y leerlas. Te sorprenderá con el pasar del tiempo mirar atrás y ver oraciones que hiciste hace meses o años y darte cuenta de lo que Dios ha hecho en tu vida.
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Post it, post it, ¡que no se te olvide cuánto te ama!:
Utiliza papelitos tipo «post it» para anotar oraciones breves o versículos bíblicos y pégalas en tu oficina, en la puerta del clóset, en el espejo del baño, o donde quieras. Leerlas con fe todos los días te ayudará muchísimo.
Y para finalizar…
Pídele a Dios que Él te guíe en cada oración, que te muestre cómo orar, de manera que puedas desarrollar tus propias maneras de hablar con Dios.
Acá te he dejado varias ideas que espero puedan ayudarte, pero la verdad es que solo tú conoces tus circunstancias y tu día a día, así que siéntete libre de adaptar estas ideas a tu realidad o generar otras que puedan servirte mejor, lo importante es que entiendas que Dios quiere escucharte y quiere que le escuches, la comunicación es una base fundamental en todas las relaciones.
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