Hoy escribo este artículo para nosotras, para aquellas que aderezamos nuestros perfiles en redes sociales con etiquetas como #productiva, #proactiva, #girlboss y nuestra favorita, la que nos llena de orgullo: #workaholic.
Lo escribo para aprender, al igual que ustedes, que la productividad no es hacer mucho, sino hacer lo que realmente tenemos que hacer.
A continuación cuatro hábitos que debemos romper para tener una vida fructífera:
El trabajo duro
Pues sí, lo creas o no, el trabajo duro no es necesariamente sinónimo de éxito o productividad. Hay personas que trabajan muy duro durante toda su vida y no logran mayores avances económicos o sociales. Ciertamente, ser una persona trabajadora es una muy buena cualidad, pero eso por sí solo no hace nada. Lo importante es trabajar con inteligencia. Después de todo, tal como lo dice Daniel González en su libro “12 Claves para concretar tu sueño”: “No hay nada más improductivo que una existencia llena de ocupaciones que no están alineadas con nuestro propósito”.
Horas extras
Un punto estrechamente relacionado con el anterior, vivimos en una sociedad que sobrevalora el estar ocupados. La tendencia es tener cada vez más y más actividades. Pero estar ocupados no significa que estamos siendo productivos. De hecho, según un informe enviado por The Business Roundtable y citado por Bedelia Suárez López, cuanto más trabajas menos efectivo y productivo serás tanto a corto como a largo plazo.“Trabajar horas extras tiene consecuencias en la construcción de proyectos”.
En el mismo informe se explica: “Mientras que un horario de trabajo de 60 horas o más semanales se prolonga más de dos meses, el efecto acumulativo de la reducción de productividad supondrá un retraso en la fecha de finalización que podría haber sido conseguida con éxito con el mismo personal en un horario semanal de 4o horas”.
Tampoco importa cuán bien manejemos nuestra sobresaturada agenda o que tan multitasking seamos, saltar las horas de descanso y reducir las jornadas de sueño solo degradará nuestra capacidad cognitiva y hará que nos retrasemos en la consolidación de nuestras tareas a corto y largo plazo.
Ignorar a Pareto y decir sí a todo
Hace unos días escuché en un audio de John Maxwell sobre el principio de Pareto, que consiste en focalizar nuestros esfuerzos en aquellas actividades en las cuales al dedicarle el 20 % de esfuerzo, nos generan más de un 80 % de resultados en comparación al resto. Los resultados pueden ser evaluados ya sea desde el punto de vista económico hasta por el bienestar que nos produce hacer una actividad determinada.
Este principio también nos puede ayudar a controlar nuestros “sí”. Solemos involucrarnos en múltiples actividades ante la presión de los otros. Nos dicen: “Ocúpate de esto. Eres necesaria en este lugar, eres la persona indicada”. Y puede que sí, que efectivamente tengamos las competencias para hacerlo, pero eso no quiere decir que debamos hacerlo. Daniel González recuerda: “Entre la presión de los demás y tu proyecto, escoge tu proyecto”.
La eterna búsqueda de la perfección
Según un estudio del psicólogo Simon Sherry sobre el perfeccionismo y la productividad, citado por Bedelia Suárez López, hay una estrecha relación entre el perfeccionismo incrementado y la productividad disminuida. “Nos encontramos con que el perfeccionismo hace tropezar a los profesores en su camino a la investigación de la productividad. Cuanto más perfeccionista es el profesor, menos productivo es”.
El estudio enumera algunos de los problemas asociados al perfeccionismo: dedican más tiempo del necesario en una actividad; aplazan y esperan por el momento ideal; se pierden lo grande centrándose en las cosas pequeñas.
Salomón ya lo decía: “Quien vigila al viento, no siembra; quien contempla las nubes, no cosecha. Así como no sabes por dónde va el viento ni cómo se forma el niño en el vientre de la madre, tampoco entiendes la obra de Dios, creador de todas las cosas. Siembra tu semilla en la mañana, y no te des reposo por la tarde, pues nunca sabes cuál siembra saldrá mejor, si ésta o aquélla, o si ambas serán igual de buenas”. (Eclesiastés 11:4-6).
Así que, queridas entaconadas, antes de volver a catalogarnos como workaholic, pensemos más bien si realmente estamos invirtiendo bien nuestro tiempo y nuestras energías, pues al final el tiempo es el más importante de todos nuestros recursos. Con el tiempo podemos obtener muchas cosas, pero ninguna de ellas nos podrá comprar un solo minuto de nuestro tiempo.