Recientemente, la hermosa Chrissy Steigen subió una foto a su Instagram que, si se tratase de una chica promedio, cualquiera la archivaría en la categoría de normal o sin sentido. ¿Qué diferencia hay entre esta y otra de las tantas fotos que publica la modelo en su perfil?… ¡Estrías! Sí, ¡estrías!, con signos de exclamación (de no ponérselos significaría que son normales en la mayoría de las mujeres).
Bastaron segundos para que una oleada de hombres y mujeres calificaran de valiente y heroico el gesto de la top model: prescindir del photoshop. Y claro, es maravilloso que Steigen demuestre en las redes su belleza auténtica, pero ¿por qué nos empeñamos en el asombro?
Mujeres: ¡No es pecado tener estrías!
¡No, no es pecado! Lo dice Steigen y lo repito yo, una simple mortal. Mis primeras estrías me salieron como a los 12 años. Era y soy bastante delgada, así que el argumento del cambio de peso drástico nunca aplicó en mi caso. Durante años lidié con taparlas, con tener siempre el pareo en la mano apenas saliera de la piscina y con el frenesí de comprar cualquier crema o aceite que prometiese un milagro. Y lo confieso: hasta hace poco luché con el miedo irracional de un abdomen estriado después un embarazo imaginario. Sí, una idea tan bonita como la maternidad opacada por la posible aparición de un manojo de líneas blancas.
Cuando entré en la universidad me di cuenta que todas mis amigas tenían estrías, unas más, otras menos, pero todas tenían. Al igual que ellas seguía sintiéndome defectuosa, imperfecta.
Cuando empecé a trabajar como redactora en un periódico de mi ciudad, tuve que cubrir los ensayos del certamen donde se seleccionaría a la chica que representaría a mi región en el Miss Venezuela y adivina qué: ¡Todas estas chicas tenían estrías! Eran preciosas, divinas y con estrías.
Así que me dije: ¡Ama tus líneas! Ellas no te definen, pero te hacen real. Te hacen auténtica, te hacen una mujer, que como cualquier otra, tiene que tomar la valiente decisión de mantener su estima en alto y disfrutar de cada ciclo y cambio natural en su cuerpo. Para ser bella no se requiere ser perfecta, tan solo ser genuina.