Lectura devocional:
«Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones.»
Jeremías 1:5 (NVI)
«Somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.»
Efesios 2:10 (NTV)
Hay algo que toda mujer necesita escuchar y no me refiero a frases motivacionales de redes sociales, sino una verdad que atraviesa generaciones, culturas y heridas:
Tu vida tiene propósito. Eres intencional. Fuiste diseñada, no improvisada.
A veces buscamos sentido en las metas, los títulos, las relaciones, el reconocimiento o incluso en el servicio. Pero si no sabemos quiénes somos en Cristo, terminamos intentando hacer para valer… y no funciona.
El propósito no es una tarea que cumplir. Es una identidad que abrazar y conocer.
Dios no solo te creó con dones específicos, sino que también preparó obras para ti, antes de que respiraras por primera vez (Efesios 2:10).
Eso quiere decir que cada paso que das en obediencia, incluso los pequeños, forman parte de un plan mayor que no empezó contigo… ni terminará contigo.
Una mujer con propósito y poder…
-
No vive para impresionar, sino para obedecer.
-
No se compara, se enfoca.
-
No compite, camina en su asignación.
-
No se define por sus errores, sino por la redención que la sostiene.
-
No necesita que todo esté perfecto para moverse: se mueve porque sabe quién la llamó.
¿Y sabes qué es aún más poderoso? Que tu propósito no es algo que Dios te entrega cuando “te portas bien”, sino algo que ya fue sembrado en ti desde el principio. El enemigo no puede robarlo. Solo puede intentar que lo olvides.
Oración del día:
Señor, gracias por recordarme que no necesito inventarme una identidad. Tú me la diste.
Gracias porque aunque mi camino haya tenido pausas, quiebres o retrocesos, nada anula tu llamado sobre mi vida.
Hoy quiero caminar como mujer de propósito y poder, no porque lo sienta, sino porque Tú lo dijiste.
Reordena mis pasos. Alinea mi corazón. Y enséñame a vivir con la mirada puesta en lo eterno. Amén.
Para reflexionar hoy:
-
¿Estás midiendo tu valor con la vara del mundo o con la Palabra de Dios?
-
¿Qué cosas podrías dejar hoy para caminar más ligera hacia tu propósito?
-
¿A quién podrías levantar hoy con una palabra de afirmación, tal como Dios te ha levantado a ti?
Versículos para profundizar:
Proverbios 31:25 – «Está vestida de fortaleza y dignidad, y se ríe sin temor al futuro.»
Isaías 43:1 – «No temas, porque yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mía.»
Salmos 138:8 – «El Señor cumplirá su propósito en mí; tu gran amor, Señor, perdura para siempre.»
Frase para guardar en el corazón:
“Tu propósito no comienza cuando te sientes lista. Comienza cuando decides creerle a Dios más que a tus inseguridades.”
Tal vez no estás en la temporada que soñaste. Tal vez estás en la pausa. En el anonimato. En el “entre tanto”.
Y sientes que tus dones se están oxidando, que tus ideas están guardadas en una libreta, y que tu historia no tiene todavía ese “gran capítulo” que te prometieron.
Pero el propósito de Dios no florece de prisa. Se forma en secreto. Se fortalece en la espera.
Mira a María, la madre de Jesús. Fue llamada “bendita” antes de entender todo lo que eso implicaba. Su propósito no era glamoroso: era obediente.
Mira a Débora, quien lideró una nación desde su posición como jueza, no porque lo buscó, sino porque respondió al llamado.
Mira a Ana, que oró en silencio por años, sin dejar que el dolor la volviera estéril en fe.
Tu propósito no se detiene porque aún no se ve.
Dios sigue escribiendo, aunque tú solo veas puntos suspensivos.
Anímate hoy a decir con fe:
-
No soy tarde. Estoy a tiempo en el reloj de Dios.
-
Mi propósito no se cancela por mis errores.
-
Dios puede usar cada estación, incluso esta.
-
No tengo que esperar a tenerlo todo resuelto para ser útil.
-
Soy mujer de propósito y poder, incluso en mi proceso.
Y si hoy necesitas una señal, tal vez esta nota sea eso.
Una manera de que Dios te diga, otra vez:
“Tú no eres invisible para mí. Lo que puse en ti no se ha apagado. No estás improvisando: estás caminando hacia lo que ya escribí.”