¿Van al cielo las mascotas? Una pregunta con más ternura que teología

¿Van al cielo las mascotas?

El otro día volví a ver Marley y yo. Si la has visto, sabes que es de esas películas que te hacen reír al principio y, sin darte cuenta, te tocan el corazón. Es la historia de un perro que acompaña a una familia en cada etapa de la vida. No diré más, pero sí puedo decirte que al terminarla, me quedé con un nudo en la garganta… y con una pregunta rondando el alma:

¿Van al cielo las mascotas?

Pensé en mi perrita, que lleva nueve años conmigo. Está viejita ya. Y aunque está aquí, conmigo, hubo algo en esa historia que me hizo imaginar cómo sería no tenerla. Y ahí, en medio de lo simple y lo real, surgió esa duda que tal vez tú también has tenido en algún momento.

No es una pregunta teológica. Es emocional. Íntima. Un susurro del corazón.

Y para mi sorpresa, está incluida —sin vergüenza ni superficialidad— en un libro que se atreve a abordar lo que muchos piensan pero no siempre se atreven a preguntar: Las 100 preguntas más frecuentes sobre Dios y la Biblia.

¿Van al cielo las mascotas? ¿Es válido preguntar esto?

Absolutamente sí. Porque cuando preguntamos eso, en realidad estamos preguntando si Dios se interesa por las cosas que nos importan. Si Él es tan tierno como justo. Si el amor que sentimos por nuestras mascotas —que muchas veces es lo más puro que hemos experimentado— tiene algún eco en la eternidad.

Y me encontré con esta pregunta en un libro que no esperaba que la abordara: Las 100 preguntas más frecuentes sobre Dios y la Biblia. Para mi sorpresa, está ahí, sin burlarse, sin minimizarla. Responde con respeto y claridad, reconociendo lo que la Biblia dice… y también lo que no dice con certeza.

¿Qué dice la Biblia, realmente van al cielo las mascotas?

La Biblia no afirma directamente si las mascotas van al cielo. Lo que sí nos muestra es que Dios creó a los animales, se complace en ellos, los bendice (Génesis 1:25, 1:30) y los incluye en su plan de redención cósmica. Romanos 8:21-22 dice que toda la creación gime esperando ser liberada. Eso incluye árboles, ríos… y sí, también animales.

Pero el cielo, como lo entendemos desde la fe cristiana, está reservado para seres humanos redimidos por la gracia de Jesús. Entonces… ¿eso significa que nuestros peluditos no estarán?

No necesariamente.

¿Y si Dios, en su bondad, también restaura lo que nos hizo bien?

Aunque no hay una promesa específica sobre las mascotas, sí sabemos algo: Dios es un Padre bueno. Un Creador que se deleita en lo que hizo. Un Dios que se preocupa por cada detalle de nuestra vida. Jesús dijo que ni un pajarito cae sin que el Padre lo sepa (Mateo 10:29). ¿Cómo no va a importarles nuestras mascotas?

Al final, el cielo será un lugar donde no faltará nada. No faltará consuelo, ni justicia, ni gozo. Si para tu corazón la presencia de tu mascota forma parte de esa imagen de plenitud… entonces confía: Dios es capaz de sorprendernos con más ternura de la que imaginamos.

La de que si van al cielo las mascotas revela otra pregunta más profunda

Cuando preguntamos si nuestras mascotas van al cielo, en realidad estamos preguntando algo aún más profundo:
¿Dios me ve? ¿Ve cuánto amé? ¿Le importa lo que a mí me importa?

Y la respuesta, siempre, es sí.

Dios no ignora tu dolor. No desprecia tus afectos. No minimiza tus preguntas, aunque parezcan simples.
Él es el Dios que creó lo invisible, pero también al colibrí. El Dios que alimenta a los cuervos, pero también se sentó a llorar con quienes habían perdido a alguien.

Una fe que no se burla del amor

Si estás leyendo esto con lágrimas por tu gato, tu perrito, tu conejito o ese loro que te decía “te amo”, quiero decirte algo desde lo más profundo de mi corazón:


Dios no te juzga por tu dolor.
Y aunque no tenemos todas las respuestas, tenemos una promesa: Él hará nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21:5).

Y quizás, solo quizás, eso también incluya una pequeña cola moviéndose al fondo del cielo, viniendo a saludarte.

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